miércoles, 11 de mayo de 2016

TURISMO EN LA CAPITAL

Cerro de Santa Lucía

7 de febrero

    
Otro día libre. A la noche habrá cena en casa para los que quieran.      
    
Jaume Miquel, Manolo y yo nos damos un largo paseo, cuatro horas, por las grandes avenidas Irarrázabal, 10 de Julio y O' Iggins. Subimos al Cerro de Santa Lucia, que es un magnífico, bello y montuoso parque. Nos llaman la atención los carteles recomendando visitarlo siempre de día y sin aventurarse por lugares solitarios.
    
Fue el lugar de acampada de los primeros ciento cincuenta soldados españoles que llegaron a lo que luego sería la capital de Chile, lugar que eligieron por su fácil defensa.
    
Este rocoso monte, posteriormente fue refugio de maleantes hasta que Benjamín Vicuña Mackena, utilizando como obreros a los presos de las cárceles, lo transforma en parque público. Inició las obras en 1.872, y se terminaron en 1.904. Como homenaje a su creador, su sepultura está en dicho parque.
    
Recorriéndolo admiramos la Plaza Caupolican, que es un auditorio en el que se celebran conciertos y representaciones teatrales en verano. Y la estatua de Pedro de Valdivia, con las Armas de la Corona Española. También el cañón cuyo disparo diario, marca las doce del mediodía en Santiago.
    
Antonio Skármeta, dice: " Cerro de Santa Lucía, muy vegetal, donde se dan cita los amantes pobres ".
    
Y el poeta cubano, Nicolás Guillén, lo describió así: "Cerro Santa Lucía, tan culpable en la noche, tan inocente de día".

     Cuando al mediodía volvemos al chalet, encontramos al Notario solo. Le han gastado la jugarreta de dejarlo, sin decirle que se marchaban, aprovechando que había entrado al water. En vista del calor que hace, y de que comer a escote con el Notario no es rentable para los demás comensales, lo hacemos en casa comprando cada uno lo que le apetece.
    
A última hora de la tarde van volviendo los "fugados", con maliciosas sonrisas y envenenados comentarios: ¡ Que bien hemos comido!. ¡Y que barato!. ¡Che, Juan!, ¿donde te has metido esta mañana?. Te hemos estado buscando, y al no verte, nos hemos ido.

Restaurantes del Mercado Central.
    
El Capitán nos prepara otra suculenta cena aprovechando lo que sobró de anoche -nuestra economía está bastante depauperada-. Tomamos un sabroso y abundante estofado que disipa el disgusto del Notario en cuanto ve que puede repetir. Y repite. Después, unos huevos rellenos, que me recuerdan los que hace mi mujer. Otra exhibición culinaria y de economía doméstica del Capitán.
    
Tertulia que se prolonga hasta las cuatro de la madrugada, ¡casi el amanecer!, por lo apasionante del tema. El Cuñao suscita el tema de cómo alcanzar la felicidad. Y plantea la cuestión de que sería muy fácil alcanzarla si el hombre fuera animal no racional, o sea, si solo actuase instintivamente. Sostiene que al nacer un ser humano se produce una involución, ya que es la racionalidad la que hace que ese ser sea infeliz. Sostiene que el ser humano es el único animal que se suicida, y también, que es una degradación de la naturaleza. He reseñado sus principales postulados, porque la controversia es inmediata y diversa. Cuando nos vamos a dormir aún sigue la discusión, dejando el tema pendiente para posteriores tertulias.

8 de febrero
   
Día de transición, de hacer equipajes, de realizar las últimas compras, ya que mañana le decimos el adiós definitivo a Santiago, aunque en mi interior es un "hasta pronto". Si Dios me ayuda, quiero volver lo más pronto posible, a estos paraísos naturales que solo he visto de soslayo, y que me han cautivado. Chile aún es naturaleza virgen, y de una belleza extraordinaria, en buena parte de su territorio.
    
Quiero volver lo más pronto posible por dos razones fundamentales: Una mi edad, 64 años son bastantes para que en cualquier momento surja el achaque que limite, en mayor o menor grado, mis posibilidades viajeras. Otra, el deterioro, la degradación de la naturaleza, que la mal llamada civilización conlleva allá donde alcanza. Siempre recordaré Viña del Mar, con su pestilente cloaca a cielo abierto entre hermosos jardines junto al Casino, vertiendo y contaminando una buena zona de playa en la cual, el habitual azul intenso del océano se ha convertido en un pálido azul-amarillento.
    
Y por la noche la última barbacoa a base de machas, mero y una tierna carne que vamos comiendo conforme se van asando. La bebida, sangría y cerveza. El mero ha sido una concesión a Manolo que anda con el estómago fastidiado, pero hay quien, con su provervial apetito, entre trozo y trozo de carne da en el mero, y aunque hay bastante, le tienen que decir que deje alguna rodaja para que pueda cenar el enfermo.
    
Hablamos con España. Yo lo hago con Sole y ya le puedo decir la fecha de llegada, puesto que tenemos todos los vuelos cerrados. Sin que me diga nada, saco la sensación de que ya se le está haciendo larga la separación. Lo mismo nos ocurre a nosotros, a pesar de todos los alicientes del viaje. Lo terrible es que ellas no se lo creen ni aún jurándoselo.
    
Después, tertulia y los últimos güisquitos, porque hasta éste se acaba. 


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