martes, 18 de abril de 2017

VOLVEMOS A KATHMANDU


Kathmandú 24 de noviembre.

Volvemos al hotel Vaishali, es nuestro centro de operaciones en Tamel, nos dedicamos a visitar la ciudad sin prisas. Nos perdemos por las calles y los templos de Bhaktapur, desde los mercados donde olía a pescado a los puestos de especias o flores.
Las tallas de madera son lo más impresionante que he visto, las calles están hechas con ladrillos macizos colocados de canto, lo que te hace pensar en aquellos trabajadores anónimos que dedicaron su vida a estas obras.
Toda la ciudad es una belleza que se cae a pedazos, sin un mínimo mantenimiento que ayude a todos aquellos monumentos a seguir adelante, pero es que son tantos….que entiendo que al país le cueste hacer frente a tantos gastos para mantener la ciudad, quizás lo gasten en otras cosas como sucede aquí.
Al día siguiente visitamos el templo de Changu Narayan, uno de los más antiguos de Kathmandú, estuvimos solos haciendo la visita, el templo está casi en estado de abandono, es de base cuadrada con unas columnas inclinadas que sujetan el primer tejado, y luego otro por encima, tiene tallas en los muros y en las columnas de carácter erótico, fue construido en el siglo IV, y es un claro ejemplo de la arquitectura tradicional nepalí. Se puede ver una imagen de Garuda, con una serpiente alrededor del  cuello, de tamaño humano, dicen que aquí esta la inscripción en piedra más antigua del país que recuerda las gestas épicas del rey Mana Deva.


También fuimos a Nagarkot, un lugar elevado desde donde, en los días claros, se pueden ver unas espectaculares vistas de la cordillera del Himalaya, desde el Kanchenjunga al este hasta el Everest al oeste, cuando llegamos estaba todo cubierto de nubes, no vimos nada, pro nos hicimos una foto con las nubes al fondo.
Desde nuestro hotel hacíamos largas caminatas, fuimos al templo de la colina de Swayambhunath, una larga escalera nos sitúa a 1406m, como si subiésemos al Puig Campana. La estupa está situada en el centro de una plataforma no demasiado grande, y resulta estrecho el espacio alrededor de la misma, y la gente se amontona junto a la gompa.
Lo cierto es que te pegas una buena sudada al subir las escaleras, pero merece la pena, tanto por la estupa y la gompa como por las vistas que disfrutamos desde lo alto de la ciudad y el valle, mirando al sur está la ciudad de Patán, al este, detrás de Kathmandú, está Bodhnath, y cerca del aeropuerto esta Pashupatinath, también hacia el este más lejos está Bhaktapur. Las vistas son espectaculares.



 A la vuelta fuimos a un mercado tradicional, es decir, alejado de la zona por donde se mueven los turistas, allí compré varios cuchillos Gurkas, para Vicen y Jesús, el famoso Kukri, estos no estaban hechos para turistas, eran más bastos y no tenían la hoja brillante, se gastaban para trabajar con ellos, cortar por una parte y golpear por la otra, los soldados Gurkas del ejército Británico lo utilizaban en su equipo de combate, y al parecer eran terribles con él.

El mercado tenía toda clase de artículos, desde ropa, comida, flores hasta artículos de ferretería, estaba cerca de la plaza de Chhetrapati, siguiendo el camino llamado Dhalko, se cruza el río Visnumati, allí los niños se bañan junto a cerdos que comen basura en las orillas del río.


En Kathmandú hay una zona donde viven los tibetanos de la ciudad, se llama Bodhnath, en el centro de una gran plaza está la estupa del mismo nombre, a su alrededor están las casas y las tiendas de los tibetanos con su arquitectura tradicional.
Tienes que rodear la plaza en el sentido de las agujas del reloj, hay una gran fila de molinillos de oración que vas girando mientras caminas, en la parte alta salen multitud de banderas de oración que ondean al viento enviando oraciones a los cuatro costados del mundo, da gusto ver a toda esa gente que siempre tiene una sonrisa en la cara, da la sensación que son felices.


Nuestros días en Kathmandú llegaban a su fin, habíamos recorrido sus calles, sus templos, sus mercados, sus jardines, vimos incinerar a una mujer junto al río, al que luego tiraban sus restos, subimos a los ricksaus, comimos en sus restaurantes, unos mejor, otros….., en fin, vivimos unos días muy agradables en aquella mágica ciudad.


El 29 de noviembre nos dirigimos al aeropuerto Tribhuvan con nuestros petates a pasar un pequeño infierno de formalidades, pesos, tasas etc. Embarcamos con destino a Karachi en Pakistán, donde hicimos escala, esa noche la pasamos en un hotel de la compañía pakistaní, al día siguiente nos llevaron al aeropuerto y tras horas de espera nos llamaron para ir al embarque, el vuelo estaba lleno, habían familias que se dirigían a Londres con niños que no tenían billete, ocuparon nuestras plazas y no se querían levantar, al final nos cambiaron a nosotros.
El vuelo fue de lo peor, cuando el avión aterrizó en Londres, el interior parecía un vertedero, lleno de papeles, pañales, los más diversos envoltorios llenaban el suelo del avión sin que la tripulación le dijese nada a nadie.
El vuelo de Londres a Barcelona fue un relax, sin niños ni padres que tirasen cosas al suelo, sin gritos, cuando llegamos al Prat, hacía treinta horas que habíamos salido de Karachi, al fin estábamos en casa. 

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